Quinta entrega. Mi relato: demorar otros cien años.
Quinta entrada.
Mi relato: estuve unos años de excedencia en China y hoy he querido aprovechar para asomarme a las reformas legales y sociales de apoyo a la igualdad de las mujeres y hombres en dicho país
El último día de la mujer en China.
Demorar otros cien años.
Cada año las calles de Shanghái se llenan de mujeres que salen a divertirse en conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
La historia de los movimientos feministas en China, por muchos ignorada, logró que ese día se consolide como un día festivo para ellas. en los últimos años, con la pandemia, la prohibición de socializar ha suprimido las celebraciones populares, aunque no ha impedido, sin embargo, que en la calle Nanjing East, a cuentagotas, se vean chicas de morado que han salido a festejarlo con modestia, temor y mascarilla.
"San ba ": 三八, 8 de marzo, es también un insulto popular, se utiliza para decirle a una mujer "estúpida" o "pretenciosa”, se une a otros insultos frecuentes y populares como "mujer sobrante" 剩女 "seng nu", si cumpliste treinta años y no has tenido hijos. Con lo que esas jóvenes chicas solteras, hoy risueñas y divertidas, son heroínas modestas y anónimas que afrontan el punto de mira de la sociedad china.
Es domingo y cien metros más allá, en People Square, algunas familias han venido del campo a casar a la hija, paraguas de colores y bonitas fotografías de las chicas despertaban la curiosidad de los turistas que estos años, el coronavirus también ha hecho desaparecer. Iluso es pensar que menos paraguas se traducirán en menos matrimonios concertados. En 2014 la famosa campaña "No esperes por amor" de Lily.com animaba a las chinas en las redes a encontrar un marido para casarse. La tecnología todo lo aguanta y sin valores es muy peligrosa. No fueron las autoridades, sino la voz de jóvenes comprometidos las que convencieron a la plataforma Badiu a cancelar esa página Web.
Merece una reflexión como las mejoras legales, tecnológicas y económicas permiten avanzar o retroceder en valores y en qué medida los parámetros por los que medimos “el progreso” se traducen o no, en una mayor igualdad de género.
Las dos mayores economías del mundo: China (RPCh) y Estados Unidos presentan el mayor producto interior bruto, bien en términos nominales o de PIB y sin embargo, están lejos de lograr igualdad entre mujeres y hombres según el último informe publicado en diciembre por el Foro Económico Mundial en ambas economías, y también en Europa, las mujeres ocupan ya casi la mitad de los puestos de trabajo y sin embargo, en el mercado laboral la brecha de género se amplía a medida que aumenta la categoría de los cargos. El acceso a los consejos de administración o al liderazgo empresarial está para ellas muy limitado: solo el 18.2% de las empresas a nivel mundial están dirigidas por una mujer, y en promedio, ellas ocupan un 22.3% de los puestos en los consejos de administración de las empresas en los países de la OCDE.
En los “Dos Gigantes” las mujeres representan el 9.7% en la RPCh, y el 17,5 en USA, de los puestos de responsabilidad.
A nivel político la situación no es mejor, en los últimos 50 años más de la mitad de los 153 países analizados por el Foro Económico Mundial nunca contaron con una primera ministra o presidenta, entre ellos España. (WEF 2020)
En China sólo dos mujeres, de un total de 25 miembros, forman parte del Politburó, una de las instituciones de más poder en el Partido Comunista. En el ranking publicado por el WEF este país ocupa el puesto 95 en participación política y USA el 83. Al mismo tiempo, los documentos que recogen el trabajo que los órganos políticos y de gobierno han dedicado a esta causa consigue, en ambos estados, llenar las estanterías de los juristas.
En China "sobre el papel" el Gobierno publicita que se ha hecho un gran avance: el sistema legal para la protección de los derechos de las mujeres es extenso, tal y como recoge el libro blanco publicado por la Oficina de Información del Consejo de Estado en 2019.
La Constitución de la RPCh recoge el principio de equidad de género y se puede comprobar como este país ha ido adoptando gradualmente un detallado acervo regulatorio que debería garantizar la igualdad de mujeres y hombres.
Partiendo de los preceptos que recoge la Norma Fundamental y la Ley de la República Popular China (RPCh) el compendio legal en el que se recogen medidas para la protección de los derechos e intereses de las mujeres en China incluye más de 100 disposiciones, entre leyes y normas reglamentarias.
La Ley de la RPCh sobre la Protección de los Derechos e Intereses de las Mujeres entró en vigor en 1992 y fue la primera ley básica diseñada específicamente para lograr la equidad de género y proteger sus derechos. La norma los desarrolla y regula en detalle, haciendo mención específicamente a los ámbitos de la política, cultura, educación, propiedad, asuntos personales, matrimonio y familia lo que no hace sino poner de manifiesto los usos sociales en esos ámbitos. Posteriormente una enmienda publicada en 2005 estableció oficialmente y como regla general, la igualdad de género como una política nacional horizontal.
Otro documento relevante y recientemente publicado, es el titulado Equidad, desarrollo y compartir: progreso de la causa de las mujeres en 70 años desde la fundación de la Nueva China en este se describen, entre otros, los últimos avances en la legislación para la protección de los derechos de las mujeres desde el XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista de China.
Al igual que el progreso tecnológico y la proliferación de normas no llevan aparejados un avance equivalente en términos de igualdad, la mejora en el acceso a la educación de las mujeres en China tampoco garantiza por si sola avances equivalentes en términos de igualdad. En la República Popular de China, se ha cerrado el 96.1% de la brecha de género en la esfera educativa hasta el momento y en ese ámbito concreto pronto se podrá hablar de paridad.
Sin embargo, el estudio hace una proyección global para este país en la que, al ritmo actual, se necesitarían más de 160 años para lograr la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos (WEF 2020).
En nuestro entorno geográfico (dentro de la OCDE) las proyecciones estiman que tardaremos al menos otros 100 años.
Por todo ello es preciso examinar donde reside el problema, en el terreno legal quizá se privilegien, ante normas en conflicto, las que arrojan un resultado económico inmediato mayor. Algunos activistas (Wallis 2019) han denunciado que la igualdad no ha sido, en la práctica, una prioridad política y que algunas de las reformas, por ejemplo, las adoptadas por Deng Xiaoping, “privilegiaron las políticas que protegían a las mujeres a nivel laboral a favor de la privatización para apaciguar a una extensa población rural profundamente patriarcal”. También, en China, como en otros países, a pesar de la existente regulación para la igualdad de oportunidades de hombres y mujeres, las leyes no están claras o no se implementan en la práctica. En el año 2015 en China se adoptó la primera Ley de Violencia Doméstica pero todavía, sin otras medidas socioeconómicas, los logros son modestos cuando, tradicionalmente, tras el matrimonio, las mujeres pasan a ser un miembro más de la familia del marido y existe la probabilidad de que todos ellos actúen en su contra.
El cambio fundamental está en la implementación práctica de la norma y también en nuestras costumbres, en nuestras acciones cotidianas. No hace falta mirar al otro lado del mundo para evidenciar lo que nos encontramos en el día a día, también en nuestro país, como en China, en muchos de los procesos de selección de personal es habitual que a las mujeres se les pregunte por su estado sentimental o su deseo de tener hijos. Las mujeres que trabajan fuera de casa se encargan también en un porcentaje mucho mayor de la crianza y cuidado de los hijos y está socialmente asumido que una mujer abandone su carrera profesional para dedicarse a esa causa, lo que no está bien visto en el caso de los hombres. Son en su mayoría las madres y cuidadoras las que luchan y se acogen a las medidas de conciliación laboral, teletrabajo o a la flexibilización horaria, pero hacerlo voluntariamente no siempre recibe el apoyo de sus colegas y estas decisiones, a menudo, lastrarán su carrera.
Volviendo a China y aunque activistas denuncian que la brecha de género “es en última instancia, un problema legal, en mi opinión no es la famosa cita de Mao “las mujeres sostienen la mitad del cielo”, la que cambiará las cosas en China sino la actitud de los jóvenes que imaginan y defienden con sus actos otro modelo. Ni la tecnología, ni un crecimiento por encima del 6,5 anual ni un acervo legislativo infinito llevará aparejada, por si sola la igualdad de trato. A menudo ocurre que el papel de la norma, que todo lo soporta, se multiplica únicamente para demostrar que algo se ha hecho.
Cerrar la brecha de género es una asignatura pendiente para todos nosotros y de todos depende, para no demorar otros cien años, reflexionar sobre aquello que no ayuda, no es correcto o está mal en nuestros comportamientos, en las letras de la música que escuchamos, en los espectáculos que vemos, en nuestras elecciones diarias o en la educación de nuestros hijos.
Merecen respeto y apoyo aquéllos que, con sus actos, defienden nuestros derechos. La norma servirá, en caso de poder demostrarlo, para poder denunciar y perseguir los delitos, pero los cambios se acelerarán sólo en el momento en que seamos críticos y consigamos evidenciar las desigualdades en algo más profundo: el tomar conciencia del comportamiento cotidiano que discrimina a las mujeres e incorporarlo al sentir popular de justicia.
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